Hoy revisando unos documentos de “casualidad” vi una foto cuando nació
mi Gabrielito (mi segundo hijo), y pensaba en mi Luis Alonso, mi hijo mayor,
que en ese entonces tenía 7 años, es una foto hermosa, no lo creen?
Pensaba en Luis Alonso, si bien, estaba muy feliz y hasta lloró de
emoción cuando por primera vez vio a su hermanito, él de alguna manera sentía
que ahora tenía que compartirme, y sintió temor a lo que venía, y eso hizo que
las primeras semanas llamara la atención de manera sorprendente, yo como mamá
quería partirme en dos, pues no quería que ninguno de mis hijos se sientan
rechazados, me llené de angustia, pensaba en mi hijito el mayor y en mi
pequeñito indefenso que solo quería lactar.
De pronto alguien me dijo: cuando uno tiene más de un hijo, el amor no
se divide, se multiplica, ahí entendí que debía suplir esos momento de
“angustia” por tan solo apapachos, cariño y amor y si había que llamar la
atención, lo hacía con amor, para que sintiese que mamá siempre está ahí
amándolo.
En el tiempo entendió y sintió (con mi ayuda por supuesto pues es un
niño) que el amor de mamá es único para cada hijo.
Y eso nos pasa también a nosotros, cuando se “viene algo nuevo” tenemos
miedo y reaccionamos sin “un norte” y nos dejamos llevar a veces por la
corriente. Solo los que entienden que todo lo nuevo tiene un proceso y solo
aquellos que se atreven a imaginar y sentir cual es su verdadero norte, el
camino hacia él se vuelve más despejado y todo comienza a fluir.
No se trata de no tener miedo, sino de enfrentarlo, asumirlo y
superarlo!
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